Por Aquiles Julián
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La entrada del Barón Samedí en
Santo Domingo y otros relatos, el más reciente libro de Manuel
Núñez, ensayista, poeta y narrador dominicano perteneciente a la Generación del
70 de nuestra literatura, nos permite vernos como país, como sociedad, a través
de los ojos del autor que nos devuelve una imagen desconsolada de nuestra
realidad social, tanto a nivel humano como a nivel político.
9 de los relatos giran en más de
una manera alrededor de la imposibilidad del amor en la pareja, la infidelidad,
el odio que suplanta al amor en el matrimonio, la vida reducida a sus más bastas
y elementales pulsiones,
El relato número 10 es el único
que refleja un nivel superior a nivel de acción y realización personal, el
ejemplo vital de Duarte y sus tribulaciones en su exilio en Venezuela.
Y el once y último es una
distopía anticipatoria, es la historia del futuro y la tragedia hacia la que
nos encaminamos, un relato sociopolítico.
La literatura es una de las maneras en que como individuos y como sociedad nos pensamos. Nos comparte una idea a través de la imaginación, de cómo un autor percibe el mundo, las personas y la realidad. Otra forma son las del ensayo, la explicación histórica, el estudio científico y documentado.
A través de la sensibilidad y la
subjetividad de un autor nos asomamos como por una ventana a vernos y
entendernos.
La imagen resultante es una
combinación tanto de lo que percibimos como de aquello que está larvado en
nosotros y lo antecede.
Nunca es sólo lo que el autor nos
dice.
De ahí que ninguna interpretación
agota un texto que siempre es pasible de ser abordado de múltiples perspectivas
distintas.
Hay muchas lecturas posibles. Y
desde distintas disciplinas.
En mi caso, hago una aproximación
por la vía simpática, desde la perspectiva del lector. No académica. No
engolada.
La visión que emerge de estas
piezas, a pesar de su diversidad, no puede ser más desalentadora.
Los personajes, salvo el de
Duarte, honrosa excepción, son seres cuya única obsesión es la satisfacción de
sus instintos más primarios y básicos: hartarse, copular, dar rienda suelta a
sus pasiones y vivir una vida de apariencias y pasiones groseras, de ostentación para impresionar a sus pares.
Si leemos los relatos a la luz de
la escala de Maslow, veremos a estos personajes, salvo el de Duarte, como seres que nunca se autorrealizan. Sus
vidas se circunscriben satisfacer las necesidades fisiológicas, de seguridad,
afiliación y reconocimiento. No son capaces de trascender y tener metas,
objetivos y una vida espiritual, donde se atisbe algún ideal. Nunca son capaces
de trascender hasta la autorrealización.
Estos personajes que reflejan al
dominicano no han salido de las
pulsiones más irracionales y primitivas. Están a poca distancia del animal.
Sólo Duarte, que sacrifica todo
por una visión y un ideal, hace en contrapunto que muestra que existe otra
manera de vivir.
La debacle del amor
Las relaciones hombre/mujer no
pueden ser más lastimosas. Basadas en la posesión, la dominación, el control,
el deseo carnal que no trasciende la cópula, termina por convertirse en un pulseo
de poder entre hombre y mujer.
Las relaciones están dominadas por
la infidelidad, el triángulo amoroso, la percepción de la esposa como doméstica
y para tener la prole, y la amante como la realización de las fantasías
eróticas.
La mujer deseada es descrita con
esos rasgos de la mulata criolla, de labios carnosos, pechos erectos, cadera
firme y nalgas prominentes. Así, Eva Perdomo, protagonista de uno de sus
relatos, “Era morena, con la cara finísima como las mujeres de Modigliani,
los labios carnosos” y “senos palpitantes… rematados por unos pezones
finísimos como perlas de azabache”.
Esas mujeres venden su cuerpo a
cambio de ventajas económicas. Eva es seducida por un Porche de segunda mano. Y
tiene que vivir entre los beneficios que deriva de su condición de amancebada,
de segunda base (como la definiría sin dudas El Querido, aquel
pintoresco dirigente político que pudo ser uno de los personajes de este
volumen), y sus proclividades a tener una familia y ser la principal.
Eso conduce al odio. Odio al otro
que es una proyección de un odio a sí mismo. Nos encamina a la tragedia.
El conflicto amoroso está en el
corazón de ocho de estas historias. Y en todos la incapacidad de amar y la
contradicción entre la fantasía y querencias del personaje con la realidad y
los intereses del objeto de su pasión.
Es algo que le sucede tanto a
esta clase media alta, emperifollada y ampulosa, que persigue el reconocimiento,
la aceptación y el respeto de sus semejantes, las posiciones, los puestos, el
figureo en las revistas sociales, etc., como a esa clase media baja o ese lumpen
proletariado enriquecido por el narcotráfico, que aparecen pintadas en dos de
los relatos. En la práctica, el comportamiento es básicamente el mismo.
Dos relatos
políticos
Tanto La invención de Boyer
como el último relato que da título al libro: La entrada del Barón Samedí en
Santo Domingo, son relatos políticos.
Ambos tratan el mismo asunto: la
amenaza que a nuestra identidad nacional representa la persistente intención de
los vecinos de Haití por apropiarse y enseñorearse de esta parte del territorio
nacional.
Es un propósito viejo.
Y ese propósito tiene agentes
internos, partidarios encubiertos y otros no tan disimulados, que lo promueven,
defienden, prohíjan y anhelan.
Duarte los puso en evidencia: orcopolitas,
los llamó.
Nacionicidas a sueldo, parasitan
de instituciones y organizaciones que reciben financiamiento para defender la
fusión de ambas naciones, la desaparición de los gentilicios dominicanos y
haitianos, y la destrucción de la obra redentora de Duarte y los trinitarios.
Esos sectores, educados en su
juventud en los mitos “de clase” y supuestamente “internacionalistas” de la
izquierda, no se sienten emocionalmente vinculados a nuestra historia y sus
símbolos: himno, bandera, gentilicio.
De hecho, lo desprecian y entienden
como una antigualla inútil.
El relato La invención de
Boyer muestra al único personaje que muestra la grandeza humana de quien es
capaz de moverse por un ideal, por una visión, por un sentido de propósito.
El único que pone su vida al
servicio de una causa: Juan Pablo Duarte.
La descripción lastimosa de su
estado de vulnerabilidad y desamparo no lo frena para terminar de sacrificar
todo con tal de llegar a nuestras costas a poner su vida al servicio de la
causa restauradora.
El relato final, La entrada
del Barón Samedí a Santo Domingo es en mucho sentido una distopía que
anticipa una posibilidad que podría acontecer cuando menos lo esperemos: la
confrontación entre los indocumentados fruto una creciente invasión silenciosa
y los dominicanos, con la estridente y chantajista acción antinacional de ese
bando parricida y traidor que Duarte en su momento enfrentó.
La pusilanimidad, el ceder al
chantaje, la carencia de espíritu patriótico, originan un caos y una tragedia
para la cual no hay conclusión, como sucede con el relato, que termina abierto,
sin solución, dejándonos en el desasosiego.
El futuro queda prefigurado en
este vecino, José Carrasco, que muere asaltado a traición, destazado y echado a
la basura.
Es una historia para reflexionar.
Para alertarnos.
Para pensar.
Es preocupante la migración de nacionales haitianos que representan un peligro para nuestros país por los hechos históricos que se produjeron en el pasado, las pugnas políticas y la masacre en el gobierno de Trujillo que laceraron la morar y esa herida sigue latente y que ha ido de generación en generación alimentada y retroalimentada sienten que tienen una deuda histórica, que son muy nacionalistas, no respetan los símbolos patrios dominicanos y el gasto que representan para el sistema salud, debemos despertar un espitu patrioco y nacionalista en pro de nuestro país y estar atentos a intentos insanos de los que patrocinan y exacerban el animo, ambiente de antagonismo. y recalcar la entrega y sacrificio de los padres de la patria y los patriotas dominicanos para liberar de la esclavitud la Rep.Dom.
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