UNA DISTOPÍA ATROZ Y POSIBLE 2. Manuel Núñez aporta un excepcional libro de relatos que entre sátira y humor nos retrata y cuestiona.
Por Aquiles Julián
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Muerte en la playa nos
convida a conocer la truculenta historia de un narco dominicano que huye al
país con una nueva identidad.
Los últimos días de Orlando Soto
Lara, el personaje cuya vida hilvana el relato, van como una tragedia griega a
un fin prefigurado desde el mismo título. Es, como aquella novela de García
Márquez, la crónica de una muerte anunciada.
El relato es fatalista, hay un
karma implícito, una secreta búsqueda de la redención vía el martirio, algo que
es parte tanto de nuestra herencia mozárabe como de la tradición
judeocristiana.
De alguna manera fue un fin buscado.
Y como sabemos, hay mucho de ese comportamiento en esa otra ficción que
llamamos realidad. La persecución del castigo que se teme y a la vez se
provoca, se anhela secretamente: el pago del pecado.
El punto de vista salta de ese
narrador omnisciente que cuenta y el personaje que asume la relación de lo que
le va sucediendo. Ese juego del punto de vista mantiene el flujo de la trama,
moviéndonos hacia la culminación que se nos va delineando en sucesos muy
puntuales, como esa llegada de “dos individuos que tenían pinta de
puertorriqueños o cubanos, preguntando si se había alojado en le Hotel, un tal
Orlando Soto Lara”, hasta que todo culmina en Las Terrenas, el paraíso
soleado con su playa de cristal azulado, en que lo presentido ocurre y se cierra
el ciclo.
Los rostros interminables de Eva
Perdomo es una exploración nueva vez de la incapacidad de alcanzar la
plenitud del amor en la relación con una mujer, algo que emerge en varios de
los cuentos de este volumen.
La mujer en Manuel manifiesta un
carácter, una voluntad de ser, una identidad propia, que colisiona con la
cultura de dominación y subordinación propia de los patrones culturales
machistas que proliferan en la sociedad dominicana.
Eva Perdomo es una amante, una
mujer que acepta ser segunda ocasional de alguien. Y esa relación mediada por
la ventaja económica, una especie de prostitución enmascarada, genera una
duplicidad entre una parte que se acomoda y otra que se rebela. Ese drama es
narrado tanto desde el personaje como desde un narrador externo, que
intercambia con el personaje la voz narrativa.
Eva, que se somete al juego, a su
vez, y por sus medios, busca también realizarse, encontrar una relación con
sentido y valor para ella.
El personaje la posee vive sus
propias contradicciones, que afloran desde el primer párrafo: “Cuando Eva me
comunicó que se hallaba embarazada de otro hombre…”, ese hecho lo asume
como una afrenta personal, como un fracaso íntimo.
El personaje habla de
decepciones, de heridas, porque en todo lo asume desde él, desde sus propios
intereses, afectos y prejuicios. Ella no cuenta, es simplemente un objeto de su
lascivia y de su dominación.
Casado, no puede brindarle un
espacio propio. Tampoco permite que lo tenga con otro. Cuando intenta
reaccionar y abandona a su familia por su amante, ya es tarde.
Y Eva, escapa más de una vez a su
control y se embaraza de otro, de Víctor, en más de una ocasión. Huye. Rompe el
doble triángulo.
Triunfa donde su dominador
fracasa y se derrumba.
Amor cuerdo no es amor es otro
enfoque de la relación que sólo se siente realizado en la infidelidad, en la
búsqueda de una relación alterna.
En una prosa sensorial, explícita
en su descripción de los ardores apasionados de dos cincuentones que rememoran
una vieja atracción, Núñez vuelve a plantear la hipocresía que subyace a las
relaciones formales y el impulso ciego a arriesgar todo por un momento de
lujuria.
De nuevo es un hombre el que
narra su desvarío, a pesar de su posición social, de tener un rol en la iglesia
católica,
La ciudad brinda el trasfondo de
estas vidas vencidas. Manuel describe no sólo los cuerpos sino la ciudad, sus
lugares. Santo Domingo es el marco donde estas vidas inventadas se mueven. Hay
un placer de enumerar los lugares y las copiosas comidas, las bebidas, tanto
como en hablar de los juegos amorosos y las pasiones.
Uno de los ejercicios narrativos
más complejos por la variedad de puntos de vista que se aplican, es El amor
desenterrado de Federico.
Este relato, difícil por su estructura
y sus cambios de puntos de vista, combina la narración epistolar, las cartas de
dos personas, una de ellas muerta, con el ejercicio de recreación de la viuda
del difunto y el narrador omnisciente que cuenta la circunstancia.
Como en todos los relatos vistos
hasta ahora, la doble vida, la infidelidad, está en la base del relato.
Asunción, la escritora en agraz,
descubre por accidente, ya viuda, la otra vida de su marido y su amante, sus
cartas en que explayaban su amor, escondidas a plena vista en la oficina de
trabajo del esposo, en su propia casa.
Y a partir de esas cartas y de su
decepción y su frustración, saca el coraje de inventar la posible historia de
ese romance.
El punto de vista de la esposa
traicionada entra en conflicto con la creciente comprensión de la mujer que
narra esta relación prohibida entre quien fue su pareja y esa amante que desconocía
que existiera.
Tiene que inventar como en una
catarsis esa relación, esos encuentros, ventilar sus heridas y exhibir las
laceraciones de su corazón que, por algún motivo, empieza a simpatizar con esos
dos personajes que va conociendo a través de sus cartas y de alguna manera,
entendiendo.
Al final, la conclusión de que
aquel prohombre al que juzgó superior, que obtuvo reconocimientos y agasajos
incluso cuando murió desde el Estado y la academia, no era más que otro hombre
común y corriente.
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